Es definitivo: se acabó el VHS. Una empresa estadounidense, la Florida Distribution Video Audio –que se dedica a comprar tecnologías casi obsoletas para venderlas a quienes todavía las necesitan– envió su último camión cargado de videocasetes. Su responsable, un tal Ryan Kugler, dijo que “todo lo que quedaba en el depósito se acaba de regalar o tirar”.
Esto era algo que ya se venía preanunciando ya que desde el año 2006 Hollywood no distribuía un gran título en VHS, el último fue “Una historia violenta”, de David Cronenberg.
El videocasete que conocimos nació de una guerra: la de los formatos VHS y Betamax. El segundo perdió la partida del estándar: a pesar de tener más definición y mejor sonido, era más pesado y más caro. La ley de la economía bastó para que, a principios de los años 80, el Beta sólo quedó, modificado, para algunas prestaciones profesionales. El VHS comenzó su conquista mundial de los livings.
El desarrollo del VHS en la Argentina fue paralelo al regreso de la democracia y la abolición de la censura. En principio, la cantidad de videocaseteras era más bien exigua: de allí las reuniones multitudinarias de matrimonios, familias o –más frecuentemente– adolescentes en casas de amigos que, suertudos, tenían el aparato.
Gracias al VHS, en los 80 también hubo una revolución de la cinefilia que tuvo como eje la posibilidad de acceder a los viejos clásicos desaparecidos. Lo que el viento se llevó, Casablanca, El ciudadano o El gran dictador eran la puerta de entrada para que después estallara la necesidad de revisar clásicos o –mucho más– descubrirlos. La renovación que la crítica y el cine tuvieron –hermanos y rivales– en los años 90 tiene como raíz y humus la posibilidad de acceder al cine, a gran parte del cine, cuando uno quería.
El VHS además era imbatible a la hora de grabar películas de la TV. En ese sentido, dado que aún las grabadoras de DVD tienen precios altos y que los sistemas como DirecTV Plus no son demasiados populares, todavía se usa la grabadora. Aunque hoy, es tan simple conseguir películas a través de internet, que en ese campo también el viejo cuatro cabezales ha sido superado.
Con todo, el VHS, esas cajas negras con cintas que eran víctimas de extraños hongos y que, a la larga, se estiraban, borraban accidentalmente y trababan dentro del aparato, fueron la democratización del cine. Y un compañero en la educación audiovisual de dos generaciones. No se lo va a extrañar, pero se le agradece. (Fuente: Diario Critica de la ARgentina).
Esto era algo que ya se venía preanunciando ya que desde el año 2006 Hollywood no distribuía un gran título en VHS, el último fue “Una historia violenta”, de David Cronenberg.
El videocasete que conocimos nació de una guerra: la de los formatos VHS y Betamax. El segundo perdió la partida del estándar: a pesar de tener más definición y mejor sonido, era más pesado y más caro. La ley de la economía bastó para que, a principios de los años 80, el Beta sólo quedó, modificado, para algunas prestaciones profesionales. El VHS comenzó su conquista mundial de los livings.
El desarrollo del VHS en la Argentina fue paralelo al regreso de la democracia y la abolición de la censura. En principio, la cantidad de videocaseteras era más bien exigua: de allí las reuniones multitudinarias de matrimonios, familias o –más frecuentemente– adolescentes en casas de amigos que, suertudos, tenían el aparato.
Gracias al VHS, en los 80 también hubo una revolución de la cinefilia que tuvo como eje la posibilidad de acceder a los viejos clásicos desaparecidos. Lo que el viento se llevó, Casablanca, El ciudadano o El gran dictador eran la puerta de entrada para que después estallara la necesidad de revisar clásicos o –mucho más– descubrirlos. La renovación que la crítica y el cine tuvieron –hermanos y rivales– en los años 90 tiene como raíz y humus la posibilidad de acceder al cine, a gran parte del cine, cuando uno quería.
El VHS además era imbatible a la hora de grabar películas de la TV. En ese sentido, dado que aún las grabadoras de DVD tienen precios altos y que los sistemas como DirecTV Plus no son demasiados populares, todavía se usa la grabadora. Aunque hoy, es tan simple conseguir películas a través de internet, que en ese campo también el viejo cuatro cabezales ha sido superado.
Con todo, el VHS, esas cajas negras con cintas que eran víctimas de extraños hongos y que, a la larga, se estiraban, borraban accidentalmente y trababan dentro del aparato, fueron la democratización del cine. Y un compañero en la educación audiovisual de dos generaciones. No se lo va a extrañar, pero se le agradece. (Fuente: Diario Critica de la ARgentina).
No hay comentarios:
Publicar un comentario