Trascribimos el reportaje que Lily Allen concedió al periódico británico “The Guardian”, traducido al castellano en la edición del día domingo 08 de febrero por el Diario español El País.
LlLY Allen apareció de golpe en 2006. 21 años, compositora pegadiza con una voz original, opiniones bordes y un estilo despreocupado. Era una estrella del pop: brillante, nueva y hecha a sí misma a pesar de su extraña niñez plagada de celebridades. Lily es hija del actor, humorista y presentador inglés Keith Allen. Joe Strummer, líder de The Clash, fue su padrino. La gente no lo sabía cuando ella empezó. Al toparse con la indiferencia de los sellos ante sus melodías reggae, Lily lanzó su música a través de su MySpace. Sin embargo, una vez se dio a conocer, fue como si con chasquear los dedos el mundo se enamorara de ella.
Después de eso, durante los últimos dos años y medio, ha cambiado. No tanto por sí misma ?hoy, bebiendo té y gritando a su perro, resulta tan divertida como siempre, aunque más glamourosa? como por la forma en que la vemos. Ha pasado de novedosa a ubicua, de sensación alternativa a habitual de las revistas de cotilleos.Más aún, tras haber sido una estrella en un firmamento pop de dos (la otra es Amy Winehouse), a Lily la han seguido rápidamente otras jóvenes artistas: Adele, Duffy y otras que llegarán el año que viene como Little Boots y La Roux.
Hemos estado viviendo en Lilylandia. Sabemos todo lo que ha hecho. Tocar en el escenario principal de Glastonbury, romper con uno de los Chemical Brothers, intercambiar insultos con Elton John en una entrega de premios, presentar un programa de entrevistas, tener crisis de confianza a través de Internet, sufrir un aborto: toda su vida parece haber sido aireada, discutida y analizada en público. Debe de ser muy raro. "Me he convertido en un personaje de cómic. Así es como me siento. ¡Y un personaje que siempre está borracho! Me gustaría que mi imagen no fuese así, pero no puedo hacer nada".
Hoy está sentada en la mesa de la cocina de su nuevo piso londinense. Lo compró en 2007, pero ha tardado un año en decorarlo. "¿Quieres que te lo enseñe?", pregunta, y allá va, diciendo "¡hola!" por la enorme cocina/sala de estar, haciendo un gesto con la mano ante sus pinturas religiosas mexicanas y su perra Mabel. El dormitorio, azul oscuro, se completa con un cuarto de baño unido a él y varias bragas esparcidas decorativamente por el suelo. En el cuarto de invitados están sus platos de dj para vinilos y CD. En un baño, una foto suya tocando en su primer concierto importante, en Bush Hall, Londres, en julio de 2006. Y tiene un vestidor abarrotado hasta el techo de ropa multicolor y calzado absurdo, todo manga por hombro y accesible mediante una vieja escalera destartalada.
En realidad, hace unos meses que ha dejado la bebida. "Desde el 22 de septiembre", dice con orgullo. Ahora, cuando va a fiestas y le hacen una fotografía se esfuerza por no parpadear, para que no puedan sacar una imagen suya con aspecto de estar colocada. "Parezco un conejo deslumbrado al que acaban de dar un susto".
Qué irónico. Una de las primeras canciones que Lily escribió para su nuevo disco se llama Everyone's at it [Todo el mundo le da]. Habla de tomar drogas, por diversión o prescripción: No pretendo decir que yo huela a rosas / pero ¿cuándo nos vamos a hartar de poner mierda bajo nuestras narices? "No intento cambiar nada con esa canción. Las drogas son ilegales, malas y arruinan la vida de la gente, pero son muy llamativas. No tengo intención de volver a tomar drogas por el momento. Pero no puedo decir 'nunca más', porque no sé dentro de 10 años. Y sin duda, volveré a beber en el futuro, aunque no por ahora". Con su actual abstinencia, Lily se queda en casa mucho más los fines de semana. Salir ha perdido su encanto. "Muchas de las personas que conozco son drogadictas. Así que no resulta muy divertido, porque no hacen más que hablar muy alto sobre cosas que a ti no te emocionan tanto ni de lejos. Hace ya tiempo, estaba en los aseos con alguien que me dijo: 'Hace casi 10 años que estoy limpia". Y yo pensé: '¿Y qué crees que estamos haciendo aquí?".
Con 23 años, Lily sigue pareciendo incapaz de censurarse, aunque insiste en que es más cuidadosa que cuando empezó. Bromea diciendo que se va a hacer un tatuaje que diga "cállate". Así, cuando empiece a beber de nuevo, al mover los brazos podrá verlo y espera seguir el consejo. "Me resulta difícil medir estas cosas. Qué decir, qué guardarme". Durante algún tiempo, se desahogó en su (muy divertido) blog, pero ya lo hace menos. "Por muy trivial que sea cualquier cosa que escriba ahí, se convierte en noticia. Es deprimente. Ojalá pudiera hablar sin parar como solía hacer, sin que me hicieran parecer idiota".
Su mayor error del blog lo cometió en mayo de 2007, cuando, sintiéndose sola mientras estaba en Estados Unidos, escribió una triste y corta nota en la que se llamaba a sí misma "gorda, fea y más mierda que Winehouse". Recibió miles de respuestas de apoyo, pero no volverá a hacerlo. "No hay mucho que decir, salvo que fue difícil. Mi madre siempre me decía: 'Eres preciosa, eres mi niñita bonita'. Y, de repente, no lo era. Leí todo eso que la gente escribía sobre mí y empecé a verlo desde otra perspectiva. Quiero decir que nunca pensé que fuese una supermodelo, ¡pero no pensaba que fuese tan poco atractiva como la gente decía! Y había muchas personas que no eran especialmente atractivas, pero a ellas no las criticaban como a mí; y lo que yo veía era que eran delgadas. Así que pensé: 'Tal vez, si no fuese gorda, la gente no diría que soy fea'. Tenía sentimientos encontrados respecto a ello. Sentía que no quería cambiar para sentirme mejor, pero también me decían una y otra vez que era horrorosa. Había momentos en que estaba tan deprimida y triste que no podía soportarlo más y... Aun así, esa sensación negativa sólo dura un par de horas. Normalmente".
Puede verse en su nuevo disco It's not me, it's you [No soy yo, eres tú]. A diferencia de Alright, still, que tenía diversos productores, esta vez ha trabajado exclusivamente con Greg Kurstin, de Los Ángeles, quien también ha producido a Kylie y Peaches. Su primera sesión dio cinco nuevas canciones. El sello se entusiasmó y se fijó una fecha para la publicación del disco. Pero entonces se encontró con que no era capaz de seguir. Demasiada presión. Tardó semanas en recuperar la confianza.
Hoy está entusiasmada con el disco y deseando tocarlo en directo. Pero también asustada. Además, ahora que sabe lo que es estar bajo la mirada feroz de los medios de comunicación, Lily se pregunta sinceramente si hacer música compensa tantas molestias. "A veces, me siento como si ya hubiese tenido suficiente. Y no soy alguien que come, vive y respira música; no la amo lo suficiente como para seguir aguantando todo esto".
Pero con todo sigue siendo una gran retratista. Es el caso del amante perezoso de Not fair: Estoy tumbada en la zona húmeda que hay en mitad de la cama / Me siento bastante harta de que me traten así, me he pasado siglos chupándotela. "La persona en cuestión es demasiado arrogante como para siquiera pensar que podría tratar sobre él. No se le pasaría por la mente ni por un instante. La ha oído, la ha tocado para él. Y no tiene ni idea. Ni siquiera lo ha preguntado. Realmente no hay nadie que me guste. Me gustan los hombres mayores".
Uno de esos hombres mayores ha sido Ed Simons, una de las mitades de Chemical Brothers (tiene 38 años). Lily y él mantuvieron una relación seria aunque intermitente que finalmente se rompió después de que ella perdiera al bebé que esperaban a comienzos de este año. Pero, al menos en este asunto, no suelta prenda. "No voy a hablar de eso", sentencia, "tengo un terapeuta estupendo al que veo una vez a la semana". Es todo lo que está dispuesta a decir hoy al respecto.
Lily va cambiando. Sigue siendo la misma chica alegre (la mayoría de sus frases terminan con una carcajada), pero hay una cierta sensación de soledad en ella. Puede que sea porque ya no vive con su madre y su hermano.
Habla de un paparazzo que casi la atropella, y que luego, cuando ella protestó, la llamó escoria y le dijo que se alejara de una maldita vez de su coche. Lo cual, como ella señala, es escandaloso, ya que era él quien la seguía a todas partes. Dice que el paparazzo le dijo que convertiría su vida en "un verdadero infierno". Uno de sus camaradas estaba tomando fotografías de la reacción de Lily. Al día siguiente aparecieron en el periódico.
En otra ocasión, Lily asegura que tenía la ventana de su coche rota por culpa de otro fotógrafo, que había chocado contra ella al dar marcha atrás. Y que también suele recibir insultos groseros. Pero no puede denunciarlos a todos porque es demasiado caro (alrededor de 27.500 euros cada vez) y no tiene sentido (si un paparazzo se va, la agencia manda otro y ya está). Y porque su sello discográfico y su representante le han recomendado que no lo haga para evitar represalias que podrían afectar a otros artistas. "Si intentase denunciar a News of the world [un tabloide británico], mi representante tendría que actuar como testigo. Pero resulta que él también representa a James Blunt; ¿y qué pasa si él va a sacar un disco? ¿O si el sello tiene que promocionar el disco de Kylie?".
No es una visión agradable: una mujer joven sola acechada por un grupo de hombres mayores, todos desesperados por comprometerla para así poder ganar más dinero. Pero así es como funciona la fama hoy en día. Y son las nuevas tecnologías las que lanzaron a Lily; por eso ahora sabemos tanto de ella. Todos los perifollos de sus Facebook y MySpace originan un goteo continuo de datos triviales para la prensa, a los que luego se añade un flujo constante de imágenes. Hay muchos más paparazzi en Londres de los que solía haber porque cualquiera puede usar una cámara digital y la mayoría de las publicaciones están dispuestas a comprar las fotos. Y eso por no hablar de los vídeos grabados con teléfonos móviles por aficionados. Ese zumbido constante sobre Lily (o Amy Winehouse, Kate Moss o la también modelo Agyness Deyn) en nuestras cabezas lo han provocado casi enteramente los sistemas de comunicación modernos.
Con todo, hay una parte de Lily a la que sí le gusta que le presten atención. Si ha tomado alguna copa, se divierte con los paparazzi ?hay un vídeo en YouTube en el que aparece charlando con ellos fuera de Groucho, un club de Londres, pidiendo fuego y declarando: "Me siento muy feliz en este momento"?. Y aunque al principio se metiera con la Spice pija por mirarse al espejo antes de ponerse delante de los fotógrafos al salir de un restaurante, ahora reconoce alegremente: "¡Eso es lo que hago ahora! ¿Por qué no asegurarte de que estás bien antes de que te fotografíen?".
Por eso es ridículo escribir un ar¬tículo haciéndola parecer desgraciada, cuando estamos sentadas en su precioso piso, hablando sobre su nuevo disco y su nueva vida.
Lily recuerda un día desastroso en el que intentaba escribir música con Damon Albarn, el líder de Blur. Le dijo que le gustaba trabajar con loops y samples, pero él no hacía más que aporrear el piano diciendo, una y otra vez, "¿tienes algo ya?". Ella no lo tenía. Y entonces, cuando se puso de pie para irse, dos de los botones de su blusa se rompieron, dejando al descubierto su pecho sin sostén. "Soy taaaan guaaaay", recuerda riendo.
Es la misma, pero diferente. Le pregunto a Lily por el momento que más destacaría de los dos últimos años. "Glastonbury", responde, refiriéndose a su actuación en el escenario principal del famoso festival británico en 2007. "Toda mi familia estaba allí: mi madre, mi padre y el bebé. Y he estado en ese mismo escenario principal desde que nací, viendo a New Order y a Joe [Strummer], y delante de él viendo a Oasis, que era mi grupo preferido. Así que tocar en él fue una experiencia emocionante y fantástica".
Yo vi ese concierto. Estuvo estupenda, a la multitud le encantó. No hay motivo para preocuparse por Lily, creo yo. Hace lo que quiere y, al margen de cómo reaccione la prensa, a muchísima gente le gusta. Está bien, todavía.
Después de eso, durante los últimos dos años y medio, ha cambiado. No tanto por sí misma ?hoy, bebiendo té y gritando a su perro, resulta tan divertida como siempre, aunque más glamourosa? como por la forma en que la vemos. Ha pasado de novedosa a ubicua, de sensación alternativa a habitual de las revistas de cotilleos.Más aún, tras haber sido una estrella en un firmamento pop de dos (la otra es Amy Winehouse), a Lily la han seguido rápidamente otras jóvenes artistas: Adele, Duffy y otras que llegarán el año que viene como Little Boots y La Roux.
Hemos estado viviendo en Lilylandia. Sabemos todo lo que ha hecho. Tocar en el escenario principal de Glastonbury, romper con uno de los Chemical Brothers, intercambiar insultos con Elton John en una entrega de premios, presentar un programa de entrevistas, tener crisis de confianza a través de Internet, sufrir un aborto: toda su vida parece haber sido aireada, discutida y analizada en público. Debe de ser muy raro. "Me he convertido en un personaje de cómic. Así es como me siento. ¡Y un personaje que siempre está borracho! Me gustaría que mi imagen no fuese así, pero no puedo hacer nada".
Hoy está sentada en la mesa de la cocina de su nuevo piso londinense. Lo compró en 2007, pero ha tardado un año en decorarlo. "¿Quieres que te lo enseñe?", pregunta, y allá va, diciendo "¡hola!" por la enorme cocina/sala de estar, haciendo un gesto con la mano ante sus pinturas religiosas mexicanas y su perra Mabel. El dormitorio, azul oscuro, se completa con un cuarto de baño unido a él y varias bragas esparcidas decorativamente por el suelo. En el cuarto de invitados están sus platos de dj para vinilos y CD. En un baño, una foto suya tocando en su primer concierto importante, en Bush Hall, Londres, en julio de 2006. Y tiene un vestidor abarrotado hasta el techo de ropa multicolor y calzado absurdo, todo manga por hombro y accesible mediante una vieja escalera destartalada.
En realidad, hace unos meses que ha dejado la bebida. "Desde el 22 de septiembre", dice con orgullo. Ahora, cuando va a fiestas y le hacen una fotografía se esfuerza por no parpadear, para que no puedan sacar una imagen suya con aspecto de estar colocada. "Parezco un conejo deslumbrado al que acaban de dar un susto".
Qué irónico. Una de las primeras canciones que Lily escribió para su nuevo disco se llama Everyone's at it [Todo el mundo le da]. Habla de tomar drogas, por diversión o prescripción: No pretendo decir que yo huela a rosas / pero ¿cuándo nos vamos a hartar de poner mierda bajo nuestras narices? "No intento cambiar nada con esa canción. Las drogas son ilegales, malas y arruinan la vida de la gente, pero son muy llamativas. No tengo intención de volver a tomar drogas por el momento. Pero no puedo decir 'nunca más', porque no sé dentro de 10 años. Y sin duda, volveré a beber en el futuro, aunque no por ahora". Con su actual abstinencia, Lily se queda en casa mucho más los fines de semana. Salir ha perdido su encanto. "Muchas de las personas que conozco son drogadictas. Así que no resulta muy divertido, porque no hacen más que hablar muy alto sobre cosas que a ti no te emocionan tanto ni de lejos. Hace ya tiempo, estaba en los aseos con alguien que me dijo: 'Hace casi 10 años que estoy limpia". Y yo pensé: '¿Y qué crees que estamos haciendo aquí?".
Con 23 años, Lily sigue pareciendo incapaz de censurarse, aunque insiste en que es más cuidadosa que cuando empezó. Bromea diciendo que se va a hacer un tatuaje que diga "cállate". Así, cuando empiece a beber de nuevo, al mover los brazos podrá verlo y espera seguir el consejo. "Me resulta difícil medir estas cosas. Qué decir, qué guardarme". Durante algún tiempo, se desahogó en su (muy divertido) blog, pero ya lo hace menos. "Por muy trivial que sea cualquier cosa que escriba ahí, se convierte en noticia. Es deprimente. Ojalá pudiera hablar sin parar como solía hacer, sin que me hicieran parecer idiota".
Su mayor error del blog lo cometió en mayo de 2007, cuando, sintiéndose sola mientras estaba en Estados Unidos, escribió una triste y corta nota en la que se llamaba a sí misma "gorda, fea y más mierda que Winehouse". Recibió miles de respuestas de apoyo, pero no volverá a hacerlo. "No hay mucho que decir, salvo que fue difícil. Mi madre siempre me decía: 'Eres preciosa, eres mi niñita bonita'. Y, de repente, no lo era. Leí todo eso que la gente escribía sobre mí y empecé a verlo desde otra perspectiva. Quiero decir que nunca pensé que fuese una supermodelo, ¡pero no pensaba que fuese tan poco atractiva como la gente decía! Y había muchas personas que no eran especialmente atractivas, pero a ellas no las criticaban como a mí; y lo que yo veía era que eran delgadas. Así que pensé: 'Tal vez, si no fuese gorda, la gente no diría que soy fea'. Tenía sentimientos encontrados respecto a ello. Sentía que no quería cambiar para sentirme mejor, pero también me decían una y otra vez que era horrorosa. Había momentos en que estaba tan deprimida y triste que no podía soportarlo más y... Aun así, esa sensación negativa sólo dura un par de horas. Normalmente".
Puede verse en su nuevo disco It's not me, it's you [No soy yo, eres tú]. A diferencia de Alright, still, que tenía diversos productores, esta vez ha trabajado exclusivamente con Greg Kurstin, de Los Ángeles, quien también ha producido a Kylie y Peaches. Su primera sesión dio cinco nuevas canciones. El sello se entusiasmó y se fijó una fecha para la publicación del disco. Pero entonces se encontró con que no era capaz de seguir. Demasiada presión. Tardó semanas en recuperar la confianza.
Hoy está entusiasmada con el disco y deseando tocarlo en directo. Pero también asustada. Además, ahora que sabe lo que es estar bajo la mirada feroz de los medios de comunicación, Lily se pregunta sinceramente si hacer música compensa tantas molestias. "A veces, me siento como si ya hubiese tenido suficiente. Y no soy alguien que come, vive y respira música; no la amo lo suficiente como para seguir aguantando todo esto".
Pero con todo sigue siendo una gran retratista. Es el caso del amante perezoso de Not fair: Estoy tumbada en la zona húmeda que hay en mitad de la cama / Me siento bastante harta de que me traten así, me he pasado siglos chupándotela. "La persona en cuestión es demasiado arrogante como para siquiera pensar que podría tratar sobre él. No se le pasaría por la mente ni por un instante. La ha oído, la ha tocado para él. Y no tiene ni idea. Ni siquiera lo ha preguntado. Realmente no hay nadie que me guste. Me gustan los hombres mayores".
Uno de esos hombres mayores ha sido Ed Simons, una de las mitades de Chemical Brothers (tiene 38 años). Lily y él mantuvieron una relación seria aunque intermitente que finalmente se rompió después de que ella perdiera al bebé que esperaban a comienzos de este año. Pero, al menos en este asunto, no suelta prenda. "No voy a hablar de eso", sentencia, "tengo un terapeuta estupendo al que veo una vez a la semana". Es todo lo que está dispuesta a decir hoy al respecto.
Lily va cambiando. Sigue siendo la misma chica alegre (la mayoría de sus frases terminan con una carcajada), pero hay una cierta sensación de soledad en ella. Puede que sea porque ya no vive con su madre y su hermano.
Habla de un paparazzo que casi la atropella, y que luego, cuando ella protestó, la llamó escoria y le dijo que se alejara de una maldita vez de su coche. Lo cual, como ella señala, es escandaloso, ya que era él quien la seguía a todas partes. Dice que el paparazzo le dijo que convertiría su vida en "un verdadero infierno". Uno de sus camaradas estaba tomando fotografías de la reacción de Lily. Al día siguiente aparecieron en el periódico.
En otra ocasión, Lily asegura que tenía la ventana de su coche rota por culpa de otro fotógrafo, que había chocado contra ella al dar marcha atrás. Y que también suele recibir insultos groseros. Pero no puede denunciarlos a todos porque es demasiado caro (alrededor de 27.500 euros cada vez) y no tiene sentido (si un paparazzo se va, la agencia manda otro y ya está). Y porque su sello discográfico y su representante le han recomendado que no lo haga para evitar represalias que podrían afectar a otros artistas. "Si intentase denunciar a News of the world [un tabloide británico], mi representante tendría que actuar como testigo. Pero resulta que él también representa a James Blunt; ¿y qué pasa si él va a sacar un disco? ¿O si el sello tiene que promocionar el disco de Kylie?".
No es una visión agradable: una mujer joven sola acechada por un grupo de hombres mayores, todos desesperados por comprometerla para así poder ganar más dinero. Pero así es como funciona la fama hoy en día. Y son las nuevas tecnologías las que lanzaron a Lily; por eso ahora sabemos tanto de ella. Todos los perifollos de sus Facebook y MySpace originan un goteo continuo de datos triviales para la prensa, a los que luego se añade un flujo constante de imágenes. Hay muchos más paparazzi en Londres de los que solía haber porque cualquiera puede usar una cámara digital y la mayoría de las publicaciones están dispuestas a comprar las fotos. Y eso por no hablar de los vídeos grabados con teléfonos móviles por aficionados. Ese zumbido constante sobre Lily (o Amy Winehouse, Kate Moss o la también modelo Agyness Deyn) en nuestras cabezas lo han provocado casi enteramente los sistemas de comunicación modernos.
Con todo, hay una parte de Lily a la que sí le gusta que le presten atención. Si ha tomado alguna copa, se divierte con los paparazzi ?hay un vídeo en YouTube en el que aparece charlando con ellos fuera de Groucho, un club de Londres, pidiendo fuego y declarando: "Me siento muy feliz en este momento"?. Y aunque al principio se metiera con la Spice pija por mirarse al espejo antes de ponerse delante de los fotógrafos al salir de un restaurante, ahora reconoce alegremente: "¡Eso es lo que hago ahora! ¿Por qué no asegurarte de que estás bien antes de que te fotografíen?".
Por eso es ridículo escribir un ar¬tículo haciéndola parecer desgraciada, cuando estamos sentadas en su precioso piso, hablando sobre su nuevo disco y su nueva vida.
Lily recuerda un día desastroso en el que intentaba escribir música con Damon Albarn, el líder de Blur. Le dijo que le gustaba trabajar con loops y samples, pero él no hacía más que aporrear el piano diciendo, una y otra vez, "¿tienes algo ya?". Ella no lo tenía. Y entonces, cuando se puso de pie para irse, dos de los botones de su blusa se rompieron, dejando al descubierto su pecho sin sostén. "Soy taaaan guaaaay", recuerda riendo.
Es la misma, pero diferente. Le pregunto a Lily por el momento que más destacaría de los dos últimos años. "Glastonbury", responde, refiriéndose a su actuación en el escenario principal del famoso festival británico en 2007. "Toda mi familia estaba allí: mi madre, mi padre y el bebé. Y he estado en ese mismo escenario principal desde que nací, viendo a New Order y a Joe [Strummer], y delante de él viendo a Oasis, que era mi grupo preferido. Así que tocar en él fue una experiencia emocionante y fantástica".
Yo vi ese concierto. Estuvo estupenda, a la multitud le encantó. No hay motivo para preocuparse por Lily, creo yo. Hace lo que quiere y, al margen de cómo reaccione la prensa, a muchísima gente le gusta. Está bien, todavía.
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