domingo, 22 de mayo de 2011

El movimiento 15-M: Un reflejo común en todo el mundo.

Por Gabriel Bertino

El periodista Claudio Mario Aliscioni, en su nota “Desobedecer” de este domingo 22 de mayo (Diario Clarín, pagina 27), hace varias reflexiones interesantes sobre este destacado movimiento de reclamo y protesta, que se inició en Madrid y que rápidamente se extendió por Toda España y el resto de Europa.
Una de las frases con la que coincido plenamente es la siguiente: “Desde hace 200 años, Occidente ha sublimado la protesta bajo el recurso electoral. Pero el problema se complica cuando los candidatos se parecen como gemelos. Entonces la eficacia del voto se anula y la protesta se radicaliza. Lo que España muestra hoy es un problema de superestructuras y una discusión sobre legitimidad política…”.
Creo que esta frase impacta sobre el corazón de esta cuestión. Algo que los argentinos también conocemos bastante…ya que hay muchas similitudes en el “Democracia ya” del 15-M y el “Que se vayan todos” del cacerolazo.
La modernidad política nace y se desarrolla sobre la idea fundamental de la participación democrática del pueblo, ya que es una experiencia común y acertada, que la democracia es el mejor sistema político. Pero lo dicho, no significa que un sistema político no tenga debilidades o aspectos que sean mejorables.
Nuestra constitución nacional, en su artículo 22 nos dice que “El pueblo no delibera ni gobierna, sino a través de sus representantes y autoridades creadas por esta constitución” estableciendo las bases de nuestro sistema político, denominado como “Democracia indirecta”. El pueblo elige sus representantes por medio del voto y las autoridades electas gobiernan en su representación.
Hasta aquí todo muy bien, pero hay un detalle que complica la cuestión: Las autoridades electas, una vez que asumen su cargo, no tiene ningún tipo de limitaciones en el ejercicio de su función, más que su mero arbitrio, llegándose en algunos supuestos, a extremos complejos, como el caso de legisladores que votan de manera contraria a todas las afirmaciones y posturas ideológicas asumidas en su campaña electoral o inclusive llegando a cambiar de banca.
Entonces… ¿Dónde queda la participación indirecta del pueblo en las decisiones fundamentales de una sociedad?
Pongamos un ejemplo: Un ciudadano tiene una postura claramente definida en una cuestión puntual, la cual considera sumamente importante y esencial para la construcción de la sociedad según su punto de vista. Como consecuencia, esta será una cuestión medular a la hora de definir su voto y ese ciudadano buscará un candidato ideológicamente afín, que represente su opinión en el Congreso a la hora de votar. Para eso existen las campañas electorales, para que los candidatos muestren sus programas y proyectos y para que también nos digan que opinan sobre las cuestiones más importantes que se debaten en el país.
¿Dónde queda el principio de este sistema de democracia indirecta, si el candidato, una vez electo, contradice con sus hechos, todos y cada unos de sus postulados previos?
Esta situación que existe desde siempre, se agudizó en las últimas décadas, donde la post modernidad, más allá de cualquier avance, también trajo aparejadas como consecuencia, una relajación de los principios morales, la claudicación de las ideologías y el olvido de varias tradiciones útiles.
Cuando nace la democracia indirecta en el marco de la Revolución Francesa, la designación de los representantes era vinculante, es decir, cada asamblea popular elegía a su representante por medio del voto, para que quien fuera elegido representara luego la voluntad de ese pueblo ante la Asamblea general. Ese mandato que otorgaba el pueblo era vinculante y el representante no podía votar de una manera diferente en la Asamblea General.
Esta circunstancia del mandato vinculante que se dio en los orígenes de la democracia indirecta, era una cuestión muy importante para la validez de este sistema. Es por esto, que se explica claramente la conformación de las distintas constituciones, sobre sus sistemas electorales, por medio de partidos políticos y sus correspondientes bases doctrinarias.
Cuando un grupo de ciudadanos podía concordar sobre determinadas ideas centrales afines y reunir una determinada cantidad de personas, entonces podrían crear un partido político, suscribir sus bases fundamentales y participar como candidatos en una futura elección.
Pero el desarrollo actual de nuestro sistema social y político, fomentó (muchas veces de manera refleja) el nacimiento de varias situaciones que desvirtúan el espíritu del sistema:
La existencia de grandes partidos políticos que desarrollaron una gran estructura de poder, que impiden o dificultan el nacimiento de nuevas expresiones.
La muerte de las ideologías partidarias, donde los grandes partidos solo son meras “Formas” que conservan nombres y estructuras, pero que por dentro en realidad, solo son una enorme mezcla indefinida de ideas o por el contrario, un absoluto vacio de las mismas.
La violencia en el ejercicio de la política o de su privación, lograron instalar la idea (y lo que es peor, la realidad) sobre que la participación política era altamente peligrosa e inconveniente. Razón por la cual, el nivel de compromiso y la participación descendieron drásticamente.
La muerte de las ideologías, la ausencia de representatividad, el miedo a la violencia y la falta de compromiso y participación ciudadana, provocaron a su vez, un elevado grado de apatía social y una ausencia de control en la cosa pública, que permitieron una falla ética en el ejercicio de la función pública y un altísimo nivel de corrupción.
Cuando no hay seriedad en la función pública y no se combate con dureza la corrupción, resulta obvio que la injusticia, la pobreza y el malestar social se generalizan, ya que los siempre insuficientes fondos públicos comienzan a desviarse y las necesidades empiezan a crecer.
El desarrollo de este fenómeno general permitió el nacimiento o la agudización de una fuerte fractura de la sociedad en 2 grandes grupos, aquellos que diariamente tienen que luchar por la sobrevivencia y aquellos que tienen la suerte de permanecer con mucho esfuerzo (cada vez más) dentro del sistema.
Y esto explica las 2 grandes consignas inclusión y representación. Las personas que están fuera quieren inclusión y quienes están dentro quieren control y representatividad del sistema. Una situación que en los países, denominados como del tercer mundo, hace bastante tiempo que venimos padeciendo y que ahora también, se empieza a sentir en el primer mundo.
La gente, cansada de la falta de asistencia y representatividad, entonces empezó a descubrir el poder de la movilización y la democracia directa; que si bien puede solucionar determinados problemas puntuales, representa un escenario imposible a la hora de la administración cotidiana de un país.
Es por ello, que debemos valorar como muy útil y sano, el alto nivel de participación, movilización y protesta pacífica. Pero también es muy importante empezar a conocer, que cuestiones tenemos que reclamar con más fuerza.
Salir del bipartidismo, no asegura más representatividad, si una modificación del sistema electoral y algún tipo de vinculación entre la autoridad electa y su plataforma electoral previa. Igualmente los políticos deberán entender que si no saben modificar o corregir los errores del sistema, como siempre, la historia los pasará por encima.

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