domingo, 10 de mayo de 2009

San Millan de la Cogoya... cuna de la lengua Castellana (última parte)

Enterados sobre la existencia de un antiguo Monasterio en cuya biblioteca se encontraba un invalorable Códice, en cuyo interior que registraban las primeras referencias escritas de nuestra lengua castellana… nos fuimos de visita.

Como decíamos en la biblioteca del monasterio, duerme desde hace siglos un códice latino, el Aemilianensis 60, que en su página 72, contenía escrito en uno de sus márgenes, algunos apuntes o anotaciones en lenguas diferentes, entre las cuales aparecen anotaciones en castellano y otras 2 en vasco (razón por la cual, aparentemente, San millán, también sería la poseedora, del primer registro escrito del Euskera). Este códice 60, que tradicionalmente se conoce como Glosas Emilianenses, actualmente se guarda en la Academia de la Historia y una copia de los mismos se guarda en San Millán (ver San Millan de la Cogoya... cuna de la lengua Castellana (2da parte) .
¿Por qué esa cita o glosa es considerada un nuevo idioma?
Como sabemos, el castellano es una derivación o una desnaturalización del latín, que comenzó a hacerse popular y que con el paso del tiempo empezó a convertirse en una lengua propia, pero ¿Cuales son los motivos o las señales que claramente demuestran que estos escritos ya son partes de un nuevo idioma? Hay varias razones que muestran que estos escritos, ya no son meras deformaciones de uso del Latín, sino que por el contrario, constituyen expresiones independientes con coherencia gramatical y que se diferencial esencialmente del latín. Estas diferencias son múltiples, pero a modo de ejemplo podemos señalar principalmente 2 detalles fundamentales, por los cuales estas anotaciones se diferencian del latín: primero porque en el texto se utiliza la frase “sieculos de los sieculos” cuando en latín esa frase seria “secula seculorum” y segundo porque en el texto se utilizan artículos, cuando en latín los mismos no se utilizan.
SAN MILLAN – PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD: En virtud, de estas anotaciones, Los Monasterios de Suso y Yuso de San Millán de la Cogolla fueron declarados en 1997, Patrimonio de la Humanidad. Este galardón vino avalado por todo lo que significó San Millán en la cultura hispana, tanto sea en aspectos históricos, artísticos, religiosos, lingüísticos y literarios; pero sobre todo por la importancia que implica saber y señalar que dentro de esos muros, el castellano dio sus primeros balbuceos. Es de remarcar, que ninguna otra lengua conocida, de extensión e importancia comparable a la lengua española, puede ser atribuida y asociada a un monumento y entorno natural tan determinado y concreto como San Millán.

VIDA DE SAN MILLAN

Millán o Emiliano nació en Berceo en el año 473, hijo de una familia campesina de origen hispano-romano se dedica a pastorear un rebaño de ovejas. La tradición lo representa en unos montes idílicos tocando la dulzaina o entonando canciones con el acompañamiento de la cítara. A los veinte años y sumido en un sueño místico un ángel le indica el camino de los riscos de Bilibio (Haro) en los que un ermitaño de nombre Félix o Felices le instruirá para que siga su ejemplo. Regresa Millán a los montes en los que había cuidado su rebaño para huir del mundo y refugiándose en las cuevas de la sierra de la Demanda durante cuarenta años llevar una vida de ascetismo.
Su modo de vida va cobrando fama de santidad y es llamado por Dídimo, obispo de Tarazona, para ser ordenado sacerdote y nombrarle párroco de Berceo. Aquí se produce uno de los hechos más curiosos de su legendaria biografía: puesto que estas tareas administrativas no parecían encajar con su carácter y entregaba todas las donaciones propiedad de la parroquia a los necesitados fue acusado de malversación de fondos por lo que fue destituido por el obispo Dídimo.
De nuevo vuelve a sus montes despojado de todo atributo terrenal y vive como ermitaño solitario mientras va creciendo su aureola de santidad. Se le atribuyen diversos milagros y comienzan a acudir numerosos peregrinos a conocerle y hubo otros eremitas que se quedaron en este pequeño valle para seguir sus enseñanzas y formar una comunidad. Vivían en cuevas y construyeron un oratorio primitivo, sus nombres son: Aselo, Geroncio, Citonato, Sofronio, Oria y Potamia.
Murió en el año 574 con 101 años de edad y fue enterrado en el suelo del oratorio. Los monjes eligieron otro abad y permanecieron como ermitaños alrededor del sepulcro de San Millán. No dejó nada escrito, fue hacia el 650 que San Braulio, obispo de Zaragoza, que había escuchado de boca de su hermano Fronimiano, monje en la Cogolla, los relatos de los discípulos del santo, escribió en un latín comprensible para el pueblo la primera biografía de San Millán.

CONCLUSION

Hay que reconocer que la tierra Española, guarda en cada centímetro de suelo, algún recuerdo de su tradición y de su historia. La oferta para el visitante es tan variada, que uno tardaría varios días en recorrer los lugares interesantes que pueden ofrecer las pequeñas localidades y sus cercanías. Esto sin hablar, obviamente, de las grandes ciudades o monumentos históricos.
Pero además de lo dicho, lo que realmente impacta, es la variada gama de posibilidades que se abre para un viajero que llega a esas tierras con ánimo de disfrutar un poco de su presente y de explorar un poco, los restos del pasado.
San Millán de la Cogolla, artística y arquitectónicamente, es solo otro gran edificio producto de la cultura occidental, como tantos otros que pueblan la riqueza artística de toda Europa, pero lo que realmente mueve el espíritu del visitante, es el claro ejemplo vivo del esfuerzo del hombre, que se repite a lo largo del tiempo, por tratar de dejar una huella de su paso efímero en la historia. Si a eso le sumamos, el hecho de que frente a esos mismos muros, hace más de mil años, un hombre en pleno ejercicio de su cotidianeidad, dejó por primera vez, registro de una nueva lengua que hacía poco tiempo acababa de nacer; no quedan dudas de que San Millán de la Cogolla, es uno de los pocos lugares donde los hombres podemos vislumbrar un poquito mejor, nuestra verdadera naturaleza, consustanciarnos con nuestras propias desgracias y respirar un poco mejor el aire de nuestras verdaderas virtudes. (Fuente: Nuestra redacción).

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